Ahora, bosques quemados

El viento sabe que vuelvo a casa

El viento sabe que vuelvo a casa (2016) deriva su título de un poema romántico de Jorge Teillier, en el cual añora “el tiempo en que todos eran pioneros, guerreros o poetas” y “la tierra daba el triple de lo que le pedían”. Ahora, bosques quemados.

El viento sabe que vuelvo a casa
viernes 15 de abril de 2016
Cómo se relaciona el documental de José Luis Torres Leiva con esta melancolía es un misterio. En principio la película sigue al avatar de Leiva, Ignacio Agüero (también documentalista), quien se encuentra en el proceso de hacer un documental y recorre las islas chilenas del sur entrevistándose con sus habitantes.Agüero es todo un personaje. Su método para entrevistar gente es adoptar un tono de falsa modestia y acribillarla con preguntas banales e inútiles, a menudo repitiendo la respuesta con una socarronería insufrible. “¿Qué partes tiene un acordeón?” le pregunta a un dúo de chicas de unos 13 años que acaba de tocar dicho instrumento. “Teclado”. “Teclado. ¿Pero de qué lado está?”. “Derecho”. “Derecho. ¿Y del izquierdo?”. “Los bajos”. “Los bajos. ¿Y cómo son los bajos? ¿Son los botones?”. “Sí”. “¿Y tantos botones? ¿Son tantos bajos?”. Silencio. “¿Ustedes cantan también cuando tocan?”. “No”. “¿Solo tocan?”. Etc. Es como Colombo, sin el destello final de Colombo.En un momento Agüero viene manejando y se detiene para pedirle direcciones a una pareja. El hombre se las da, pero Agüero insiste en reformular la misma pregunta una y otra vez, ignorando el hecho de que lo único que tiene que hacer es seguir por el único camino que hay. “¿Pero qué quiere?” le termina respondiendo uno de ellos, molesto. Agüero se despide, maneja unos metros más y le pide a una chica la misma dirección.En verdad, ¿a dónde quiere llegar Agüero – o para el caso Leiva – con el documental, el cual están haciendo literalmente sobre la marcha? La pregunta favorita de Agüero es si alguien ha oído hablar de la supuesta leyenda local sobre un chico y una chica cuyo amor fue vetado por ser de etnias distintas y luego desaparecieron misteriosamente. La segregación mestiza-indígena vendría a ser el leitmotiv de la película, algo que se menciona seguido, aunque nunca se lo desarrolla como tema.La insistencia de Agüero sobre este punto es sospechosa. Nadie nunca confirma la historia. Ofrecen otras parecidas, en las que los desaparecidos son otros. Va surgiendo cierta abnegación en las entrevistas. Una anciana que no sabe nada de su hijo desde hace 30 años cree con absoluta certeza que está “enojado” antes de que muerto. Un sepulturero remite la historia de una niña que resucitó tras dos días muerta “y luego desapareció en Argentina”. Resulta que muchas personas han desaparecido de las islas a lo largo de los años. ¿Es posible que el relato de Agüero sea una quimera genérica para motivar a los entrevistados a que ofrenden sus propias historias?El viento sabe que vuelvo a casa es una película molesta. Probablemente está diseñada para que sea así. Hay algo fundamentalmente impreciso sobre su dirección – no se sabe de dónde viene ni a dónde va, sobre qué tema va a tratar o qué va a hacer con él. Es una película críptica, y la escena más críptica es la del final, en la que Agüero invade el jardín de un niño y se pone a preguntarle sobre pulpos y volcanes. Aún entonces el documentalista porta un aire de silenciosa condescendencia, como si estuviera timoneando un diálogo socrático hacia la validación de una tesis que sólo él conoce.A Agüero le falta el “eureka” de Colombo. A la película también. El hecho de que (quizás) sea una omisión adrede en un esfuerzo por ilustrar la futilidad de la reconstrucción de la memoria no hace a la película menos densa, solo pretenciosa.
5.0
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