John From

En ese monótono micro mundo de cemento azotado por el calor del limbo estival, su cómplice es Sara, una vecina pelirroja de su edad, con quien intercambia no sólo fiestas, canciones y secretos, sino también un lenguaje peculiar a través de mensajes que se dejan ocultos en los recovecos del ascensor de su bloque de apartamentos. La apatía domina sus días hasta que Rita acude a una exposición sobre la remota Melanesia y todo cambia: el componente exótico y sobrenatural penetra en su vida. Además, resulta que las fotografías que ilustran aquella muestra están realizadas por su nuevo vecino, padre de una niña, y la muchacha se queda hechizada por quien a sus ojos se convertirá en una especie de aventurero.John From empieza casi como un documental, vira pronto a la ficción y termina convertida en una fantasía de luz, frondosidad y color. Con estos tránsitos protagonizados por sólo tres personajes, Nicolau no sólo se ha alejado de sus films corales anteriores, sino que también ha intentado retratar el fulgor juvenil y los efectos alucinantes del primer enamoramiento, algo que no se volverá a repetir a lo largo de nuestra existencia y tal vez añoremos como un paraíso perdido. Sin un ápice de morbosidad o turbiedad, la película es una deliciosa y cándida fábula que acaba contagiando con su alegría e ingenuidad al espectador que acepte las limitaciones técnicas y los artesanales efectos especiales del relato que se nos ofrece, el primero de la filmografía de este cineasta portugués que se adentra en el universo femenino, según él, mucho más complejo, ilimitado y estimulante que el de los varones que poblaban su filmografía previa.La frescura de la mirada adolescente domina, pues, un sensual viaje a los mares del sur -sin salir de Lisboa- en una comedia no destinada sólo al público adolescente sino que retrata lo más importante del mundo: el palpitar de un corazón joven.