Crítica de "Exilio de Malvinas": Como "Game of Thrones" pero en Malvinas

Durante mucho tiempo, el cine argentino ha abordado la problemática de las Islas Malvinas, centrándose principalmente en la guerra, sus consecuencias y los reclamos de soberanía. Sin embargo, Federico Palma rompe con ese enfoque al presentar en "Exilio de Malvinas" (2016) un documental que se centra en el testimonio de tres habitantes nativos de las Malvinas. Estos individuos, debido a su oposición a la política imperial del Reino Unido, se vieron obligados a abandonar su tierra natal.

Crítica de "Exilio de Malvinas": Como "Game of Thrones" pero en Malvinas
martes 12 de abril de 2016

La primera historia es la de Alexander Betts, un defensor del reclamo soberano argentino, quien, tras la conclusión de la guerra, abordó el último barco que llevaba a los sobrevivientes argentinos y se estableció en Córdoba. Hoy en día, representa a Argentina en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas.

James Peck, por otro lado, es un artista plástico que se enamoró de una argentina. Su romance, sin embargo, fue objeto de desaprobación por parte de los vecinos y las autoridades locales. Ante el embarazo de su pareja, las autoridades se negaron a permitir que diera a luz en la isla. Un mes antes del nacimiento, la pareja abandonó las Malvinas y se estableció en tierra firme. James se convirtió en el primer ciudadano malvinense en obtener un Documento Nacional de Identidad argentino.

El tercer caso documentado es el del biólogo inglés Mike Bingham, quien fue expulsado de la isla después de hacer público un caso de migración de pingüinos debido a la escasez de alimentos causada por la pesca indiscriminada que se oculta detrás de acuerdos fraudulentos.

A partir de estas tres historias, Palma construye un relato simple pero apasionante que explora las sombras del gobierno insular. Lo hace desde la perspectiva de aquellos que nacieron o se establecieron en el lugar y fueron desterrados por no alinearse con las políticas establecidas. Estas historias podrían parecer sacadas de una serie de ficción medieval, pero la diferencia radica en que ocurrieron en tiempos contemporáneos. Mientras algunos elogian la libertad y la libre expresión en el mundo desarrollado, la política imperial del Reino Unido destierra a quienes discrepan con sus intereses. No se trata de un escenario de Game of Thrones, sino de la cruda realidad.

7.0
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