El Perro de Ituzaingó

Vemos al director de P3ND3JO5 (2014) en acción, en pleno proceso creativo. Dirige actores, da marcaciones, corrige el cuadro. El mismo Perrone plantea su visión de mundo a cámara en pequeñas reflexiones mechadas en la filmación. Aparte de su voz, escuchamos a los actores Sofía Brito y el chileno Juan Luis Maldonado referirse a él, junto a su reducido equipo de rodaje, muchos de ellos alumnos de su taller. En ese universo todos giran alrededor de Perrone, con admiración es “filmado filmando” y descrito en su quehacer cotidiano: rodando películas. Es una máquina de realizar, con su extensa filmografía no cabe duda, y la mejor manera de comprenderlo es verlo en su hábitat diario. Y como en una suerte de embelesamiento (incluso la actriz confiesa enamorarse platónicamente de él), la cámara lo sigue, rodea, como tratando de percibir su genio.Sucede que El Perro de Ituzaingó (2016) se centra en el personaje que Perrone ha sabido construir, con su particular sentido del humor -gruñón y querible al mismo tiempo-, pero nunca en su filmografía. Al hablar de un autor cinematográfico como lo es el hombre oriundo de zona oeste, jamás se menciona aquello que sus películas trasmiten en cuanto arte cinematográfico, o lo que ellas generan en el espectador. En algún momento el mismo Perrone comenta sus intenciones autorales pero la película se posiciona sólo en su discurso –su poética- y no en el legado que su cine pueda dar.Raúl Perrone es el eje del relato, quien forja parte del aura que gira a su alrededor. Su personalidad (rara mezcla entre obsesiva, ermitaña y simple) parece ser, según el documental, la gran responsable de su repercusión y trayectoria, dejando a su obra en un segundo plano. Ahora, ¿es un autor reconocido por su producción o por su personalidad? Quizás sea una pregunta a responder por un próximo documental sobre el perro de Ituzaingó.