Crónica de un artista solo

Favio, la estética de la ternura

Esta es la obra de Leonardo Favio, de cómo quedó plasmada, comenzó la inmortalidad y unas pocas cosas más.

Favio, la estética de la ternura
jueves 05 de noviembre de 2015
El documental de los hermanos Luis y Andrés Rodriguez hace un sentido recorrido a través de la obra cinematográfica del más grande director argentino de todos los tiempos. Elocuente, conmovedora, afín a la sensibilidad del artista, Favio, la estética de la ternura (2015) explora su obra desde el unísono halago de su familia, amigos y colaboradores, además de la propia voz de Favio, quien concedió su última entrevista a los directores.La película no pretende meterse en la vida de Favio. Esto no es una biopic. Deja que sus films describan su vida, o una ficción paralela a su vida. Comienza con la suerte de trilogía monocromática que compone sus comienzos como cineasta: Crónica de un niño solo (1965), Éste es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más... (1966) y El dependiente (1969). Estos films vienen a retratar la niñez, el desamor y el nadir existencial del realizador, quien para la tercera película estaba prácticamente fundido.Llega el éxito con Juan Moreira (1973) y Nazareno Cruz y el lobo (1975), la segunda siendo la película más taquillera de la Argentina (apenas recientemente destronada por Relatos salvajes, 2014). Luego sigue su película más arriesgada, la lúdica Soñar, soñar (1976), cuyo fracaso auspicia el exilio del artista durante la dictadura militar. La película concluye con su regreso triunfal con las odas peronistas Gatica, el mono (1993) y Perón, sinfonía de un sentimiento (1999). De Aniceto (2008), remake en clave de ballet, se dice poco y nada, salvo para recalcar su mérito estético. Vendría a representar la coda “y unas pocas cosas más”.Los entrevistados analizan y especulan sobre la popularidad de Favio. De él se dice que era imposible el golpe bajo, precisamente porque él venía de abajo. Hablaba de las clases bajas, de su lucha interna (fútil, malhadada) por sortear el destino que el sistema les deparaba. Su héroe es el lumpen, el busca, el gaucho, el tipo que se hace de abajo, pero no hay buenos y malos en sus películas, sino angustia existencial, impotencia, bronca. La bronca es un tema que atrae al argentino. ¿A qué se debe sino el éxito de Relatos salvajes?Pero Favio no se quedaba en la bronca. Sentía amor por sus personajes y no juzgaba a ninguno por mezquino (Aniceto) o demente (Fernández) o traicionero (Moreira). Su arte estaba en mostrar ternura, en la dulce inocencia del proceder del personaje y el patetismo de su lucha. En cierto sentido todas sus historias son tragedias: los personajes no vencen porque no saben cómo.Junto a las entrevistas se muestran tanto partes de sus películas como material original rodado por los hermanos Rodríguez, el cual viene a empatar y tildar las introspecciones del documental. Este material es quizás el elemento más débil o innecesario del documental, siendo por sí solas tan poderosas y contundentes las imágenes que se muestran de las películas de Favio. El documental rescata la destreza técnica del director; su mano para jugar con el foco y el movimiento de la cámara, y con cuanta habilidad poética plasmaba las pulsiones de los personajes en la pantalla.Al final se nos revela que entretanto hemos estado viendo una dramatización fragmentada de lo que fue el último proyecto en el que Favio trabajó, el guión de una película llamada El mantel de hule. El último plano, en el que un niño trepa un muro y logra saltarlo, es el final perfecto para cualquier película que de cátedra sobre la obra de Leonardo Favio. Pero la mejor reflexión es de Zuhair Jury, su hermano: “Hay que tener talento, que lo parió”.
8.0
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