Los siete yakuza

Ryuzo and his Seven Henchmen

Hay algo muy curioso acerca del humor de Takeshi Kitano. Construye chistes sin remate. Presenta situaciones clásicas del Grand Guignol – por ejemplo, un hombre está por tener sexo, llega el amante de la mujer y se ve forzado a travestirse y escapar por la puerta trasera, que justo da un callejón de prostitutas – pero a la altura de saldar, pasa a otra cosa. Un poco como Roberto Fontanarrosa, los chistes se acumulan trepidantemente, y la comedia está en esa acumulación.

Ryuzo and his Seven Henchmen
jueves 05 de noviembre de 2015
Ryuzo and his Seven Henchmen (2015) acumula viñeta cómica tras viñeta cómica, algunas graciosas y otras no tanto, y el efecto humorístico va pesando a medida que nos vamos metiendo en la ridiculez de la trama, la cual los personajes se toman con suma seriedad. Para cuando llega el final, la conclusión a nadie le importa. Ni siquiera a Kitano, quien congela la imagen y apaga la cámara abruptamente. La propia película es un gran chiste sin remate.La trama sigue a Ryuzo (Tatsuya Fuji), un anciano yakuza (mafioso japonés) que decide reunir a sus viejos colegas y retomar las andanzas delictivas de antaño. Su mano derecha es Masa (Masaomi Kondo), con quien pasa el tiempo haciendo (y perdiendo) apuestas sobre el comportamiento de extraños. Se les une una estrafalaria pandilla: Mokichi, un inepto estafador; Mac, un pistolero con un fetiche por Steve McQueen; Hide, Taka e Ichizo como ancianos acuchilladores y espadachines; y Yasu, un ex kamikaze al margen de la corrección política.Sus oponentes son una pandilla de jóvenes criminales a los que irritan con su cháchara de la vieja escuela y los códigos de honor. La misma escuela que Kitano ha retratado innumerables veces a lo largo de su carrera, siempre con un tono bizarro pero en claves más distendidas – como Sonatine (1993) – o sombrías, como Outrage (2010) y su secuela. Ryuzo and his Seven Henchmen es una linda payasada al lado de sus otros opus yakuza, relativamente insubstancial (más allá de la fácil comparación que se hace entre dos generaciones divididas entre la moralidad y la amoralidad) pero rica en comedia visual.Más allá de las pretensiones de sus patéticos protagonistas, la verdadera gracia está en el montaje de la película: desde cómo se las arregla la cámara para encuadrar a todos los yakuza a todo momento a los contrastes entre las expectativas criminales de la pandilla y la mundanidad con la que son recibidos hablen con quien hablen, pretendan lo que pretendan. Es el tipo de comedia visual por la que se juega Wes Anderson, aunque Kitano no trata a la imagen con la misma formalidad o teatralidad. No se señala a sí mismo ni al recurso que está utilizando – su mano es invisible, pero precisa.
8.0
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