Campusano y su retorno al Conurbano Sur

El arrullo de la araña

Tras su paso por el mundo de la nueva clase alta en Placer y Martirio (2015), el prolífico José Celestino Campusano retorna al territorio que mejor conoce con una historia que hace foco en las frágiles relaciones laborales.

El arrullo de la araña
domingo 01 de noviembre de 2015
Simón es el despótico dueño de una ferretería en la que trabajan cuatro empleados. No sólo se pasa el día entero humillándolos cara a cara, sino que también los espía por un sistema de cámaras y micrófonos. Ellos sobreviven como pueden; la camaradería es tal vez el único consuelo que les queda para hacerle frente al día a día. Se advierte pronto que siguen allí por pura necesidad; el trato es el peor, no están en blanco, y las perspectivas de conseguir otro empleo son más bien pocas. Presentada en la Competencia Argentina del 30 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (en donde Campusano es un abonado; aquí se proyectaron casi todas sus películas), El arrullo de la araña construye una imagen de la fragilidad laboral con trazo grueso. Sí, es sabido que ese rasgo es parte del encanto del “universo Campusano”; actores no profesionales bordando el monocordismo y situaciones de extrema pauperización social son los elementos que funcionan como sus líneas rectoras. Es cierto que el director se ha ido “estilizando” merced a la mejora en las condiciones técnicas, tal como él mismo ha señalado en varias entrevistas. Ya no se observan las bienvenidas desprolijidades de los tiempos de Vil Romance (2008), por ejemplo, y en ese pasaje desde el pulso nervioso e imagen granulada a un trabajo más cuidado se ha perdido una parte de su sello autoral.El arrullo de la araña tiene a favor una opresión espacial que se construye por un trabajo interno de cada plano, pero también por la morosa cotidianidad con la que se suceden los maltratos varios. Lo más interesante de la película es la zona laberíntica que propone. A diferencia de lo que expone buena parte de la televisión actual, en la película los empleados –en mayor o menor medida- exponen una conciencia de clase que no les basta para superar el triste presente. El jefe no sólo los maltrata por cada acción que ellos realizan, sino que además se auto-enaltece y vocifera las supuestas perversidades del sistema que, paradójicamente, él mismo representa. La llegada de un muchacho argentino de padres bolivianos es durante buena parte de la película la zona más obvia, con los consabidos insultos xenofóbicos que se adosan a la situación general de la ferretería, pero que no van mucho más allá de lo gráfico. Campusano no sólo se estilizó, sino que además se ha encorsetado en torno a la exhibición de la violencia física. En ese sentido, el plano final de la película es una apertura hacia otro horizonte, un poco más redundante, es cierto, pero tal vez por eso mismo una suerte de exposición de tesis que sintetiza la oposición de fuerzas graficadas de forma más brutal (y bruta) en toda la película.
6.0
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