Crítica de "Lulu": Luis Ortega en zona de riesgo

Desde su debut en "Caja negra" (2002) que Luis Ortega no para de sorprender en cada una de sus películas. No solo por las historias que elige, lo diferente de cada una de ellas, sino también por los mecanismos que utiliza para ponerlas en escena. Y con "Lulu" (2014), sin ninguna duda, llegó a la cúspide de la consagración como uno de los cineastas más arriesgados, intensos y viscerales de su generación.

Crítica de "Lulu": Luis Ortega en zona de riesgo
viernes 24 de abril de 2015

Lulu narra el viaje tumultuoso de una pareja de jóvenes marginados, Lucas y Ludmila, cuyas vidas están marcadas por la adversidad. Lucas, interpretado magistralmente por Nahuel Pérez Biscayart, y Ludmila, encarnada por Ailín Salas, residen en una casilla abandonada en la zona de Recoleta, donde la opulencia se contrapone con la miseria. Ludmila, a pesar de su capacidad para caminar, permanece ligada a una silla de ruedas debido a un disparo que recibió en el pecho. Mientras tanto, Lucas deambula con un arma disparando al aire y recolecta huesos de las carnicerías en un camión conducido por Daniel Melingo.

Lulu está poblada de personajes singulares, incluso para el cine argentino, que vagan por la ciudad sin llamar la atención, seres marginados que parecen haber encontrado una especie de alegría en su situación. Cantan, bailan, juegan, y para ellos, esa es la vida. La película retrata esta realidad sin regodearse en la miseria de sus protagonistas, mostrando su humanidad y vitalidad.

El cine de Luis Ortega es difícil de clasificar. Está repleto de sensaciones que requieren ser experimentadas más que analizadas. No hay lógica en las acciones de sus personajes, pero tampoco hace falta cuestionarlas. Ortega emplea un estilo realista para narrar sus historias, con referencias a obras como Los cuatrocientos golpes y Pierrot el loco, así como al cine de Leonardo Favio en Crónica de un niño solo. Se alimenta de las formas de estos grandes directores, construyendo cada plano de manera memorable, tanto en su concepción artística como en su carga simbólica.

Lulu es una obra de una belleza plástica incomparable, con una fuerte carga ideológica. Destaca especialmente una escena que quizás sea la mejor que el cine argentino ha ofrecido en mucho tiempo: un policía rescata a un bebé robado y, con total naturalidad, le entrega su arma para que juegue mientras lo llevan a su casa. Esta escena sirve como una cruda metáfora sobre el origen de la violencia, demostrando la disposición de Ortega para asumir riesgos tanto en forma como en contenido. Si eso no es arriesgarse en el cine, entonces ¿qué lo es?

9.0
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