Poseídos por el ridículo

Jorge y Alberto contra los demonios neoliberales

Con una clara intención de parodiar géneros y tomar lo mejor del “populismo” fílmico nacional, Jorge y Alberto contra los demonios neoliberales (2014) de Hernán y Gonzalo Quintana, se queda a medio camino de su puntapié inicial y no logra cumplir con su hipótesis narrativa y propuesta.

Jorge y Alberto contra los demonios neoliberales
domingo 21 de diciembre de 2014
Y esto no es porque su discurso concreto y específico se diluya a medida que avanza la acción, sino porque, principalmente, la calidad de la puesta en escena atenta con el grotesco y la exageración básica de su guion, sobre el cual intenta armar su verosímil.Dos “espiritistas” bien opuestos entre sí, Jorge (Alberto Quintana) y Alberto (Valentín Javier Diment), aceptan el trabajo de encontrar a la hija de la presidenta y liberarla de los demonios del "neoliberalismo" que la tienen secuestrada.Para el absurdo, además, se sumará Susana, interpretada por la efectiva Andrea Carballo, que logra su primer protagónico luego del viral Ni una palabra de amor de El niño Rodríguez, novia de uno de ellos y poseída también por los demonios. Juntos intentaran cumplir con la misión presidencial sorteando obstáculos y planificando soluciones que nunca terminan como ellos creen.Los monstruos malvados acecharán al trío, que a cada paso que den verán como el mal no sólo está en el pueblo, sino que el poder también ha sido penetrado por los seres demoníacos que intentan hacer tambalear el equilibrio nacional y popular establecido.Los hermanos Quintana apuestan al absurdo y a una puesta en escena simple y austera, algo que caracteriza a films independientes de terror que en el placer de género pueden llegar a suavizar cualquier falencia. Pero justamente el placer no llega, y excepto alguna que otra broma aislada, como la de la dueña de la pensión en la que vive uno de ellos, franquista de ley y que busca el orden dentro de su destruida vivienda.Jorge y Alberto contra los demonios neoliberaless no puede superar la línea que divide el ridículo del kitsch, y la comedia de la situación incómoda, y solo refuerza las lagunas que se van descubriendo a medida que avanza el relato, y determinando que la película se queda a medio camino entre la parodia y la falta de respeto sobre el objeto que intenta parodiar.
4.0
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