La crisis del cine

Murieron por encima de las posibilidades

Murieron por encima de las posibilidades (2014) es una comedia que no entiende de comedia. Grita, putea, ofende, maltrata, violenta y tortura, pero por desesperada que sea es incapaz de generar una sola risa. Verla es odiarse. He tenido turnos con el dentista más divertidos. Pregúntenme por la Dra. Sveile la próxima vez que vayan a Mar del Plata.

Murieron por encima de las posibilidades
jueves 25 de septiembre de 2014
La película está apurada por hacer saber lo mala que es. La escena que castra cualquier intento de risa ocurre cerca del principio. En ella, un hombre se encuentra con la directora del colegio de su hijo. Ella le informa que van a expulsarlo por falta de pago. Frustrado, el hombre se refugia en un baño para fumar. Su cigarrillo activa la alarma de incendios. La directora acude a la escena, asustada. El hombre se ha transformado. Toma a la mujer en brazos y fuerza su cabeza dentro de un inodoro. Comienza a ahogarse. La sangre mana de su boca. Muere. Una niña lo ve todo y grita.La idea de la escena es purgar nuestras propias frustraciones con situaciones semejantes, pero está pésimamente construida. Funcionaría si la directora fuera un personaje irredimible, si se tratara de un antagonista desagradable o siquiera errado en su razonamiento. Pero lo único que tenemos es una mujer haciendo su trabajo, y un hombre que reacciona desproporcionalmente a una noticia que no es el fin de ningún mundo. La violencia es gratuita.En otra escena, un hombre va a un club de striptease. Descubre que su madre (Angela Molina) trabaja allí. La madre lo insulta y lo trata de fracasado. El hombre se retira herido y se echa gasolina encima. La madre sale a buscarle, arrepentida. Le implora que no se mate. El hombre recapacita, pero accidentalmente quema a su madre en su lugar. Sigue sin haber risas.La trama reúne a cinco tales asesinos maníacos (“ciudadanos normales y corrientes”, según el programa del festival) que “ven destrozadas sus vidas por la crisis económica”. Se conocen en el nosocomio y fraguan un plan para secuestrar al presidente del Banco Central. La única idea graciosa de la película es que la oligarquía del mundo entero – incluyendo el banquero – se encuentra reunida en un barquito pesquero que flota discretamente en altamar, y que bajo la cubierta se extiende mágicamente en una serie de saunas y discotecas y halls de mármol donde la gente bebe de los pechos de hermosas mujeres. Ya. Fellini podría haber soñado eso.En el camino matan a mucha gente con extremo prejuicio. Hombres, mujeres y algún que otro niño. Pero la violencia y la muerte no son un problema. El problema es cómo se los presenta. La gente que matan sufre, y como no matan a nadie particularmente odioso, la catarsis pretendida del descontrol anárquico nunca llega. No sé. ¿A alguien le causa gracia ver cómo le cortan el nervio del ojo a un pobre tipo de un tijeretazo, con lujo de pus chorreante? La película no nos da la oportunidad de odiarlo, o de querer a sus agresores, para el caso.El director/escritor Isaki Lacuesta hace un pésimo trabajo en la construcción del verosímil de su película. Podría haber funcionado como comedia negra, a lo Relatos salvajes (2014) – ya que estamos hablando del placer del descontrol – pero lo que hay en su lugar es un delirio repugnante que no tiene idea de cómo conseguir el efecto que está buscando.
1.0
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