Te pedí que no me dejaras

Tom à la ferme

La última película del realizador canadiense Xavier Dolan narra el contacto entre un joven de la ciudad que llega al campo para encontrarse con la madre y el hermano del hombre que fue su amante. Tom à la ferme (2013) consigue altísimos picos de dramatismo, sin por ello ser un film efectista.

Tom à la ferme
miércoles 15 de enero de 2014
Tras consagrarse mundialmente en los festivales internacionales con su ópera prima Yo maté a mi madre (J'ai tué ma mère, 2009) y sus siguientes films Los amores imaginarios (Les Amours Imaginaires, 2010) y Laurence Anyways (2013), Dolan ha dejado de ser una joven promesa para convertirse en un realizador consumado. En su más reciente película deja de lado el material autobiográfico y se interna en la furiosa, desmesurada, pasional relación que entabla Tom, un joven diseñador publicitario (interpretado por él mismo), y el hermano de su amante, a quien conoce cuando viaja a la granja en donde vive junto a su madre. En ese espacio rural lo espera la congoja y la desolación; por un lado, porque el muchacho acaba de morir; y por otro lado, porque la “dinámica” familiar que encuentra está siempre al borde de la locura.Pocas veces el cine contemporáneo logró transmitir tamaña desazón y –paradójicamente- jovial vitalidad en el cruce entre universos en apariencia antagónicos. El mundo urbano, parece sugerirnos el film, esconde bajo su aparente civilidad núcleos de primitivismos casi dionisíacos. Desde este punto de vista, el relato se corre poco a poco del registro naturalista para instaurarse en una suerte de limbo en el que las emociones cobran un lugar central. Y, quienes las atraviesan, no saben muy bien qué hacer con ellas.Desde el comienzo, Tom mira al hermano con temor y desconfianza. Y motivos no le faltan: es un joven tosco, violento, abusivo. Pero a medida que el duelo avanza, surgen pulsiones entre ambos de aristas peligrosas, atractivamente metaforizadas en la secuencia en la que Tom corre por los campos y su piel se lastima tras el contacto con los cientos de tallos que allí crecen. Ese frenesí logra transmitir Dolan, quien maneja la temporalidad (sobre todo hacia la segunda parte de la película) con un matiz expresionista, y propone un montaje –en la misma línea- a tono con la interioridad de los personajes.Tom à la ferme no es una película apta para quienes se interesen por un cine que “ate todos los cabos”. Por el contrario, el relato se instaura en las subjetividades más que mostrar sus estados a partir de una trama. Que la hay (tampoco es un film “experimental”), pero siempre hace foco en el choque de fuerzas y en la relativización de las ideas sobre el amor, siempre puestas a prueba en este intenso film.
8.0
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