Crítica de "El precio del mañana" o de como el capitalismo también se queda con el tiempo

Will Salas (Justin Timberlake) vive en un futuro cercano donde los seres humanos tienen un reloj incorporado en sus cuerpos. Este reloj funciona como una billetera. En sus trabajos les pagan con minutos y gastan ese tiempo en sus consumos. Ya no importa el dinero ni ser millonario; lo más importante es tener suficiente tiempo que asegure la inmortalidad.

Como en toda sociedad capitalista, ya sea basada en tiempo o dinero, habrá un monopolio que controlará todo y será el encargado de tomar decisiones sobre los demás. Will Salas se verá envuelto en una situación casual que lo llevará a actuar como un Robin Hood postmoderno, liberando el tiempo para dárselo a aquellos que tienen menos.

El precio del mañana funciona como una metáfora de la sociedad actual. Todo puede trasladarse a las políticas neoliberales que gobiernan el mundo. El dinero no existirá, pero el tiempo sí. Habrá quienes lo tengan todo y quienes vivan con minutos. Habrá robos (de tiempo) para poder sobrevivir, bancos que lo presten a una tasa de interés ilógica y zonas sociales divididas según el tiempo de cada uno.

En resumen: todo igual que hoy. Más allá del mensaje moralizador y del mensaje un tanto subrayado, resulta imposible tomarse en serio la trama. Hay acción al mejor estilo hollywoodense, entretenimiento por todas partes, la belleza de Amanda Seyfried como la hija rebelde del villano millonario que cumplirá el rol de heroína, y el carisma (con pelada de lomo incluida) de Justin Timberlake. Después de eso, no mucho más. Entretiene, punto. Si lo que busca es eso, ha dado con la película indicada; de lo contrario, recuerde que el tiempo vale oro.