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Crítica de "Medianeras": El amor (segunda parte)

La ópera prima de Gustavo Taretto, "Medianeras" (2011), es, en pocas palabras, una obra con mayúsculas. Una película resultante de la combinación de un guion solvente con todos los elementos visuales necesarios para que el cine sea cine.

Crítica de "Medianeras": El amor (segunda parte)
miércoles 31 de enero de 2024

Medianeras tuvo su origen en el corto homónimo de 2004, que ganó más de cuarenta premios internacionales, marcando un hito dentro de la historia del cortometraje argentino. La historia y sus personajes son los mismos que hoy atraviesan el largometraje. Martín (Javier Drolas), un joven fóbico, hipocondríaco y adicto al trabajo que aprendió a relacionarse con el mundo a través de internet, y Mariana (antes Moro Anghileri, ahora la española Pilar López de Ayala), una vidrierista que acaba de terminar una relación de hace tiempo. A ambos los atormenta la soledad y, aunque ellos no lo saben, parecen haber nacido el uno para el otro. ¿Podrán encontrarse dentro de esa jungla llamada Buenos Aires, aunque sus vidas literalmente solo estén separadas por una medianera?

Taretto propone con Medianeras contar una historia de amor que habla del no amor, ese amor que buscamos como si fuera Wally y que tal vez pasa a diario frente a nuestros ojos enceguecidos. La película sigue las estructuras del cine clásico pero no por eso es una película antigua, aunque sí generacional. La historia habla de la incomunicación y los miedos surgidos en el nuevo siglo y de cómo la tecnología es en parte responsable. Cada vez los medios de comunicación parecieran ser mayores, pero esto a su vez hace que uno se autoimponga un aislamiento implícito. Hoy uno se puede comunicar por chat, por correo electrónico, por Facebook, por Twitter, pero ¿se puede comunicar con otra persona cara a cara? Este y otros dilemas están planteados desde una línea de acción secundaria mucho más fuerte de la historia de amores desencontrados que, a priori, puede leerse desde una visión mucho más básica o simplista.

Resulta imposible imaginar la trama en otra ciudad que no sea Buenos Aires, esa ciudad que, como dice Martín, le da la espalda al río. La Reina del Plata es el marco ideal para ubicar a estos dos personajes desencontrados, perdidos entre medianeras, pero a la vez se establece una crítica muy fuerte a la despiadada arquitectura y al código urbanístico de la ciudad en donde pareciera (y así lo es) que nada se respeta. Edificios que se erigen como monstruos en medio de la nada sin importarles lo más mínimo del otro como sinónimos del egoísmo postmoderno. La arquitectura tiene que ver con lo que les pasa a los personajes, y puede que estos a la vez sean responsables (indirectamente) de por qué la arquitectura es como es.

e podrían redactar párrafos y más párrafos sobre Medianeras. Se podría hablar acerca de la maravillosa actuación de la española Pilar López de Ayala y ese acento porteñísimo que logró para su personaje Mariana, así como de la contradicción latente que Javier Drolas supo brindarle a Martín. Se podría comentar sobre la excelente dirección de arte a cargo de Luciana Quartaruolo y Romeo Fasce, así como sobre el uso efectivo de claroscuros en la fotografía de Leandro Martínez. Podrían dedicarse miles de caracteres a los personajes secundarios interpretados por Rafael Ferro, la irreconocible Inés Efron o la cada vez más glamorosa Carla Peterson, sin duda una diva de los años 50. También se podría profundizar en la formidable música de Gabriel Chwojnik, explorar las influencias de Woody Allen y reflexionar sobre el clasicismo presente en la película. Podría compararse con el cortometraje original, pero ¿es realmente necesario? Sin embargo, ¿para qué extenderse en la escritura? Al cine hay que experimentarlo.

10.0
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