Crítica de "El nido vacío": Sólo en mi cabeza

¿Que pasa en la relación de pareja cuando los hijos, ya adultos, parten para iniciar una vida lejos de sus padres? Comienzan los reproches, la lasitud, los resentimientos, la intolerancia; como si los hijos se hubieran llevado el amor que hace tiempo cambió para convertirse en acostumbramiento. "El nido vacío" (2008) habla de eso y de mucho más.

Crítica de "El nido vacío": Sólo en mi cabeza
jueves 09 de junio de 2011

Leonardo (Oscar Martínez) es dramaturgo, su esposa Ana (Cecilia Roth) nunca se recibió de socióloga. Ambos conforman lo que podría denominarse una familia "común" con tres hijos adolescentes. Al regresar de una reunión formal de ex compañeros de facultad de ella, Leonardo comienza a escribir algunas frases en una libreta. Elipsis temporal mediante, los hijos (ya no adolescentes) se van de la casa rumbo a otro país, provocando a partir de ese momento alteraciones en la pareja que el tiempo y la rutina fueron absorbiendo.

Daniel Burman construye su más lograda y madura película, dejando de lado los clichés de lo que era marca personal en una filmografía hasta el momento basada en el judaísmo y las relaciones interpersonales. Su actor fetiche y alter ego, Daniel Hendler (quien esta vez colabora en el guión), es reemplazado por un maduro Oscar Martínez. De esta manera, el director logra retratar en tono de comedia la reconstrucción del amor, aunque todo suceda de manera onírica (y no real) en la cabeza de uno de los personajes.

A partir de la ruptura dramática, el realizador arma un relato cinematográfico plagado de submundos en el universo de Leonardo. Todo lo que vemos solo ocurre dentro del futuro libro de este escritor, aunque con este dato estemos develando el final, cerrando de esta forma lo que de otra manera podrían ser baches de un guión certero. Viajes insospechados, personajes divagados, infidelidades obsoletas y hasta coreografías en un centro comercial son parte de este universo.

La recarga musical con toques jazzísticos compuesta por Nico Cota, junto a canciones de Cesar Lerner y Jorge Drexler, causa cierto malestar sobre el resto de la obra. Una desmedida partitura ambiental que pasa a convertirse en extradiegética satura hacia un extremo innecesario.

El nido vacío remite a ese momento en que los pichones vuelan en busca de nuevos rumbos y los viejos los abandonan buscando lo que perdieron con el pasar de los años. Burman, cada vez más alejado del Nuevo Cine Argentino y cercano a un cine más lineal sin perder el sentido que vira entre lo artístico y lo comercial, consigue reflejar de manera contundente, sin caer en estereotipos ni dramatismos exagerados, cómo una pareja que lo tenía todo se precipitará en el tiempo, aunque más no sea solo en sus cabezas.

8.0
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