Mi último round

Hugo es un joven boxeador de 20 años que conoce a Octavio, un púgil en edad de retirarse que también oficia de peluquero. Entre ambos hombres nacerá una amistad que desencadenará en una apasionada y posesiva historia de amor con ribetes trágicos, pero sin descuidar el tema social de las clases desprotegidas y la dura vida que se esconde tras el box. El cine chileno demuestra con esta película, la más jugada en términos de diversidad que ha dado mucho tiempo,  que se está abriendo a nuevas temáticas que antes parecían vedadas. Es cierto que uno no puede dejar de asociar a Mi último round (2011) con Secreto en la montaña (Brokeback Mountain, 2005) por la forma que se van desencadenando los sucesos y la singular historia de amor,  aunque cinematográficamente el trabajo narrativo y visual es mucho más personal y cercano al cine argentino -país que oficia de coproductor- de los últimos años.Un interesante trabajo de la fotografía compuesta por claroscuros logra los climas necesarios que la historia necesita para cada uno de los giros dramáticos que presenta, evitando caer en el golpe bajo o lo cliché. Las actuaciones están construidas con una impronta neorrealista, en donde los diálogos son escasos y los silencios necesarios. Mientras que la puesta en escena recurre al minamalismo extremo sin por eso no ser una película narrativa.Mi último round habla de temas comprometidos y duros, más allá del amor gay, pero en ningún momento apela al facilismo ni al golpe bajo para atraer al espectador, sino todo lo contrario. Un cine inteligente, con muchos méritos y buenas intenciones que viene de un país del que no tenemos la posibilidad de ver demasiado cine, al menos por estos lados. Vale la pena.