Un profeta

Malik El Djebena (extraordinaria interpretación de Tahar Rahim) es un analfabeto de 18 años condenado a seis años de prisión. El motivo no es relevante para el conflicto del film. A minutos de ingresar a la cárcel, se verá obligado a matar a otra persona para seguir vivo. Malik no será el mismo con el transcurrir del tiempo: la cárcel ha convertido a un ingenuo muchacho en un hombre sin escrúpulos capaz de los actos más despiadados.Jacques Audiard realiza un planteo sobre el régimen carcelario en un film en el que la violencia explícita será su principal protagonista. Desde la presentación se mostrarán las peores humillaciones a las que un hombre puede ser sometido, seguidas de imágenes teñidas por litros de sangre. El espectador deberá estar prevenido para toparse con una historia dura no sólo con lo que muestra, sino con lo que cuenta.A pesar de que la violencia generada a partir de las imágenes es netamente cruda, sólo serán una excusa para llevar a la historia por otro camino. Así Un profeta nos enseñará las fallas del sistema carcelario y cómo en lugar de rehabilitar termina ejerciendo una función contraria. El ser humano debe ir adaptándose a ese infierno para convertirse en un demonio más dentro del infierno, aun mucho peor del que era al ingresar. Los escrúpulos no existirán. Los límites, tampoco. Audiard nos acerará a el peor de los abismos mostrándolo desde una forma casi natural, sin subrayados retóricos ni la tan recurrente estilización cinematográfica de la violencia.Un profeta, que compitió por el Oscar 2010 contra El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009), es un alegato duro y locuaz acerca de cómo la cárcel no ejerce la función a la que fue destinada, y los reclusos terminan dominando el sistema que los debería dominar a ellos. Fallas y falencias son mostradas de manera explícita y contundente en un film donde el ser humano deberá mutar para sobrevivir. O por lo contrario dejarse morir.