Entre el pecado y el perdón

Un maldito policía

Abel Ferrara ha mezclado dos universos antitéticos, con morales extremas, pero que siempre van de la mano porque son las dos caras de la misma moneda: lo sagrado, representado en la imagen de Cristo, y lo corrupto presente en la figura de un teniente de la policía de Nueva York.

Un maldito policía
miércoles 10 de febrero de 2010
Harvey Keitel interpreta a este policía que va hacia la nada: un hombre que abusa del poder, ausente de su familia, adicto al crack y que sólo espera el milagro de una apuesta que le salve la vida. El caso de violación de una monja lo iniciará en un camino místico y violento hacia lo más hondo de su ser. Allí aparecerán las preguntas por la culpa y el perdón.En el mundo, las acciones y los hechos sólo existen ante una conciencia que les otorga sentido y los juzga. Esa conciencia permite construir el universo y, entre otras cosas, el funcionamiento de las instituciones. Del otro lado, está la nada, el vacío y la destrucción. Esta es la contradicción que se ilustra en este film de la década del ’90.La violación de una monja dentro de una iglesia viene a ser el punto álgido de crudeza y corrupción dentro de la película. A través de esto pareciera querer decirnos que el pecado tiene tal fuerza que es capaz de traspasar los límites de lo sagrado. Se trata de un film oscuro y por momentos confuso. Ferrara no se preocupa en construir, ni un tiempo, ni un espacio ordenado, y utiliza en múltiples ocasiones la subjetiva de este personaje borracho y drogado.En varias escenas la imagen de Jesús colgado del crucifijo se inserta, en apariencia, sin causas, como si se tratase de una alucinación del mismo personaje de Keitel, estableciendo entre ellos una similitud existencial. Ambos despiertan piedad, el teniente por su patetismo, con su cuerpo viejo y derruido y Cristo por su heridas sufriendo la humillación pública. Como en otras de sus películas, Ferrara se corre de la narración convencional. El desarrollo del conflicto se trata de costado y todo el tiempo estaremos siendo testigos de los problemas internos del protagonista, hasta que esta relación se torne asfixiante. Abundan las escenas de silencio, soledad y destrucción del personaje de un Keitel que interpreta a la perfección al arruinado teniente.Un maldito policía podría tratarse, al fin y al cabo, de una moderna adaptación de un relato bíblico sobre el pecado, el perdón y la redención, donde el espacio son los barrios marginales de Nueva York y donde, a pesar de la violencia, la devastación y la degradación de los seres humanos, siempre hay una oportunidad de redimirse.
8.0
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