Rompecabezas pasional

Los Abrazos Rotos

Si bien mantiene su estilo en toda su obra, Pedro Almodóvar busca en cada film nuevos horizontes para su filmografía. En este aspecto Los Abrazos Rotos –nuevamente en colaboración con Penélope Cruz- es construida como un rompecabezas visual, a partir de un juego que el realizador propone al espectador de la mano del personaje Harry Caine o Mateo Blanco, según la ocasión.

Los Abrazos Rotos
miércoles 30 de septiembre de 2009
La historia es un melodrama pasional, inclusive, con amor imposible, entre un director (Lluís Homar) y su estrella protagónica (Penélope Cruz). El marido de ella es el posesivo productor del film que están rodando llamado Chicas y maletas (alusión a Mujeres al borde de un ataque de nervios, 1987). A la vez, el hijo del productor registra el backstage del film y luego se lo expone a su padre. El amor secreto no tardará en revelarse como un misterio que se irá desentramando poco a poco, convirtiendo a Los Abrazos Rotos por momentos en un thriller.Hay varios elementos a tener en cuenta a la hora de abordar el film: la estructura narrativa fragmentada a partir de los flashbacks que narran la historia y que conviven con el tiempo presente del relato. Por otro lado, el film que se está rodando y no puede terminar de montarse y, por sobre todas las cosas, la inminente ceguera del protagonista que no termina de “visualizar” su película y con ella su pasado, “las películas deben terminarse” dice en un momento.De esta manera, las imágenes del pasado “feliz” (por el género del film que se está filmando y por el recuerdo del amor del director y su estrella) son plagadas de colores potentes entre los cuales el rojo almodovariano, sobre todo en los vestidos del personaje de Penélope Cruz. En estas imágenes prepondera la esperanza. Mientras que en el presente del relato los tonos son más pálidos y oscuros, el melodrama y la nostalgia por el pasado se explicitan. De allí la oscuridad (ceguera) en la que vive el protagonista.Las imágenes van reconstruyendo el pasado en la mente del personaje de Lluís Homar, y así empiezan a conjugarse recuerdos, con fotos literalmente rotas, con las imágenes de su amor -registradas por el backstage del hijo del productor- y la película Chicas y maletas misma, como la única posibilidad concreta de reconstruir, al menos en el universo ficcional, la felicidad anhelada.Pedro Almodóvar cambia pero a la vez sigue fiel a sus tópicos dando una muestra, una vez más, del manejo de los recursos cinematográficos a la hora de narrar una historia desde la pasión. Pasión por los géneros cinematográficos clásicos, por sus personajes y por el cine. De hecho los abrazos rotos de los que habla el film tal vez no puedan recomponerse, pero la posibilidad de soñar nunca se pierde, al menos en el espacio de la representación, y ese lugar transcurre en la sala de cine.
8.0
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