Crítica de "Imagen Final" o la impunidad de las imágenes

El camarógrafo Leonardo Henrichsen es asesinado en los meses anteriores al golpe de estado pinochetista que derrocará el gobierno de Salvador Allende. Lo curioso de este asesinato yace en que es él mismo asesinado quien filma su propia muerte, mientras retrataba lo que estaba sucediendo para un canal de noticias de Suecia en la capital chilena.

Los primeros minutos de la película prometen una reconstrucción impactante del crimen a través de las imágenes filmadas por Henrichsen. Es un inicio potente que despierta el interés del espectador. La audiencia se encuentra inmediatamente atrapada en la narrativa del thriller, anticipando descubrir la verdad detrás de este espantoso asesinato. Pero, lamentablemente, la película no logra mantener esta tensión.

La película cambia su enfoque de manera abrupta, pasando de la reconstrucción del crimen a la búsqueda infructuosa del asesino. Esta transición es desordenada y desconcertante, lo que deja al espectador preguntándose cuál es el objetivo real del documental. La trama se desvía hacia testimonios de familiares, colegas y amigos de Henrichsen, que desentrañan su vida y personalidad. Aunque estos testimonios ofrecen una visión más profunda del hombre detrás de la cámara, la narrativa se siente fragmentada y desarticulada.

Un elemento que destaca en Imagen final es la lucha de la esposa e hija de Henrichsen para que el crimen sea considerado un delito de estado. Esto añade una dimensión importante a la historia, revelando la búsqueda de justicia y la resistencia de las víctimas en un contexto político turbio. Sin embargo, esta trama también se siente subdesarrollada y queda en un segundo plano en comparación con la investigación del asesinato.

El mayor problema de Imagen final radica en su decisión de convertir la narrativa en un producto televisivo. Aunque la película es informativa y educativa, su estilo visual y su ritmo se sienten más adecuados para una serie de noticias de larga duración que para un documental cinematográfico. La película cae en la trampa de la monotonía, con largas secuencias que carecen de la emoción y la tensión necesarias para mantener al espectador involucrado.